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La Vidita Literaria
sábado, enero 03, 2004
 
Talleres de Escritura Creativa: Inscripciones abiertas

Ad Hoc Ingeniería Cultural invita a inscribirte en los Talleres de Escritura Creativa que impartirá el escritor y periodista Guillermo Vega Zaragoza, en los siguientes horarios:

Taller de Escritura Creativa (Principiantes)
Miércoles de 10:00 a 12:00 hrs. ó
Jueves de 18:00 a 20:00 hrs.

Duración: 16 sesiones.
Inscripciones a partir del 5 de enero de 2004.
Inician: 21 y 22 de enero de 2004, respectivamente.

Taller de Escritura Creativa (Permanente)
Jueves de 20:00 a 22:00 hrs.
Inscripciones en cualquier momento.

Cupo limitado.

Informes e inscripciones:

Coordinación de Cursos y Talleres
Ad Hoc Ingeniería Cultural

Tels./Fax: 5559 5109 y 5575 5126
Nicolas San Juan #954-13 Col. del Valle
Mexico, 03020,D.F.

Correo-e: coord_adhoc@yahoo.com.mx
Página web: www.adhocic.com.mx

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SOBRE EL TALLER DE ESCRITURA CREATIVA

La escritora Natalie Goldberg en su libro El gozo de escribir, dice que "en cierto sentido, escribir es como hacer un pastel. Podemos tener a la mano todos los ingredientes y mezclarlos, pero eso no es suficiente para hacerlo bien. Hay que añadirle el calor de nuestro corazón".

Los talleres de escritura creativa están pensados para que participen personas que siempre han tenido la inquietud de escribir, pero que no han tenido (o han tenido muy poco) contacto con el arte literario. Es decir, están dirigidos a principiantes, pero que tienen intenciones serias de incursionar en la literatura.

Por ello, este taller tiene como objetivo proporcionar al participante herramientas y consejos prácticos para escribir creativamente cualquier tipo de texto literario, mediante ejercicios y prácticas escriturales que desencadenen la creatividad y la imaginación.

En este taller:

- Aprenderás los diversos mecanismos de la creatividad, basados en la utilización de la lógica y/o de la intuición.

- Aprovecharás los diferentes elementos del lenguaje para utilizarlos como herramienta creativa en la escritura.

- Descubrirás los diversos registros de tu propia voz literaria a fin de aplicarlos en la escritura de escritos varios.

- Aprenderás los elementos que conforman la descripción como elemento de creación escritural.

- Adquirirás elementos que te permitirán narrar adecuadamente una anécdota.

- Reconocerás las diferencias y similitudes entre la creación de obras realistas y de ficción.

- Adquirirás y ejercitarás elementos de estilística literaria para aplicarlos a tus propias creaciones.

SOBRE EL PROFESOR

GUILLERMO VEGA ZARAGOZA
(México, D.F., 1967)
Escritor, periodista y profesor universitario.


Ejerce la crítica literaria y el periodismo cultural en diversas publicaciones, como los suplementos La Jornada Semanal del diario La Jornada; Arena del periódico Excélsior, y en las revistas Origina, La risa de la hiena y Farenheit, entre otras.

Ha impartido clases de comunicación, periodismo y literatura en la UNAM y diversas universidades privadas. En la actualidad coordina tres talleres de escritura creativa en el despacho Ad Hoc Ingeniería Cultural, que dirige el escritor Guillermo Samperio, así como cursos de redacción y periodismo cultural en la Universidad del Valle de México campus San Rafael.

Estudió Periodismo y Comunicación en la UNAM. Es egresado de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Se inició como reportero en el diario unomásuno y fue Jefe de Información de la revista TIEMPO, fundada por el periodista y escritor Martín Luis Guzmán.

Es autor de los libros de poesía Preñar el silencio (Narrarte, 2001) y Espejo infinito (Editorial Dionisiaca, 2002; mención honorífica del Premio Nacional de Poesía Marco Antonio Montes de Oca 2001), y de Antología de lo indecible, que obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta 2001 que otorga el Ayuntamiento de Tampico, y publicará próximamente Plan C Editores.

Sus cuentos han parecido en diversas antologías del género, entre ellas, en dos ediciones consecutivas de la colección Los mejores cuentos mexicanos, publicadas por Editorial Planeta y Joaquín Mortiz en 2002 y 2003.

Además, obtuvo el Tercer Lugar de Poesía en el Premio Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2001, así como mención honorífica en el género de crónica del concurso 33 de la revista Punto de Partida de la UNAM en 2002.


viernes, enero 02, 2004
 
Panorama desolador para el escritor

Esto me llegó por otro foro, de un cuate español.

Si esto sucede en España, donde supuestamente sí se lee, en México estamos peor que fritos.

¿Y aún así seguimos en la necia? ¿Por qué no mejor formamos entre todos un partido político y nos quedamos con la lana?

Digo, es sugerencia.

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De: leopoldo
Fecha: Fri, 02 Jan 2004 10:30:23 +0000
Newsgroups: es.humanidades.literatura
Subject: Re: Estadísticas_del_Ministerio
Date: Thu, 03 Jul 2003 11:18:29 +0100

Hola:

He leído en un foro unas estadísticas de ventas de libros, hechas por el Ministerio, por lo que supongo serán relativamente fiables. Es demoledor.

En el 2002 se editaron 67.000 libros en España.

Solo 11.500 de estos eran de ficción (17%) del total de libros impresos.

7.475 libros (65% ) vendieron menos de 1.000 ejemplares

10.850 libros (94% ) vendieron menos de 2.000 ejemplares

Eso equivale a vender 11500-7475 = 3.375

3.375 libros (29,3%) entre 1000 y 2000 ejemplares.

610 libros (5,3%) vendieron más de 2.000 ejemplares

Sólo 40 vendieron más de 20.000 ejemplares. (0,35 %) Un libro entre cada 286 títulos publicados

Con estos valores hice una gráfica que me produce unos valores aproximados.

La media de ventas entre todos los títulos de ficción debe andar por los 770 ejemplares. O sea que la mitad de los títulos venderá más que eso y la otra mitad menos.

La probabilidad de sobrepasar la cota entre los 2000 ejemplares vendidos hasta los 20 mil o más solo tienes un 6 % del total de posibilidades.

Si pretendes alcanzar la cota entre los 20 y 25 mil ejemplares vendidos las probabilidades solo son del 0,3 ó 0,4 % Un libro entre 333 y 250

Vamos a considerar la viabilidad económica para el caso de novelas de las que se van a vender 2000 ejemplares aproximadamente.

Imaginemos el volumen promedio de una de estas novelas, por lo que tiene 250 páginas

Peso medio: 350 palabras por página, lo que resulta en 90.000 palabras.

Invertimos en escribir y corregir, a 6 palabras por minuto, 15.000 minutos. Eso es 250 horas.

A 25 horas de tecleo por semana, 5 horas diarias, 10 semanas.

Esto son 2 meses y medio de trabajo.

Imaginemos que cobramos 1 € por libro vendido. Es mucho para un novelista desconocido. Si somos buenos podemos vender esos 2000 ejemplares en el plazo de un año. O sea 2.000 euros.

Esto representa: 2000/250h = 8 € por hora .

Aproximadamente el salario mínimo. Lo que no está tan mal.

Para ganarse así la vida hay que escribir 5 novelas al año.

Hay que teclear 25 horas a la semana; es decir 5 horas diarias. Un mínimo de 5 páginas al día, seis días a la semana.

Cobrarías 2000 x 5 = 10.000 € al año.

No he contado para nada las vacaciones.

Para mejorar el estatus y tener un salario equivalente a la media nacional, tenemos que escribir novelas que se lean mejor y que sean más atractivas. Digamos que sabemos el modo de hacerlo y que podemos hacer novelas que vendan 4000 ejemplares de media.

Siguiendo con novelas del mismo volumen, ganaríamos el doble por el mismo trabajo. Lo que hace 4000 x 5 = 20.000 € al año. Esto significa unos ingresos de 3.320 Pts. Pero hay que descontar los impuestos a Hacienda y la Seguridad Social como autónomo.

Existe la tentación de tratar de escribir más en el mismo tiempo.

Supongamos que escribimos a 12 ó 15 palabras por hora. Si somos capaces de hacerlo sin mayores erratas, y no dejamos atrás una prosa difícil de entender, podemos ganar el doble o más, con ventas de solo 2000 ejemplares. O se pueden cuadruplicar los ingresos si vendemos novelas con una calidad equivalente a una venta media de cuatro mil ejemplares por novela.

Se me ocurre que no podemos escribir al estilo de Proust, o de Joyce, por mucho que nos molen estos autores. Nos moriríamos de hambre. El propio Joyce tuvo muchos problemas financieros y ya era famoso. Vivía de las donaciones que le daba Edith Rockefeller McCormick y más tarde por las de Harriet Shaw Weaver, editora la revista Egoist, que en 1930 llegó a ser más de 23.000 libras esterlinas. No vivía de las ventas de sus libros precisamente.

Este Joyce no me parece un buen ejemplo a seguir, a no ser que uno se sienta un Adonis y se crea que las millonarias del mundo van a venir a rescatarle a uno de la indigencia.

leopoldo



miércoles, diciembre 31, 2003
 
Ser o no ser una joven promesa literaria

Todo empezó así:

Yo mandé este artículo a la lista de sogemescuelas:

SER O NO SER JOVEN PROMESA

por Mauricio Montiel Figueiras, escritor.

La tentación de la fama inmediata, la ansiedad por los premios y las becas, las exigencias de un mercado salvaje, llevan a muchos jóvenes escritores al olvido de lo fundamental: lo único que debería importar a un escritor de verdad es escribir todo lo mejor que pueda. Un oportuno artículo del novelista mexicano Mauricio Montiel.
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"Un sector de los narradores mexicanos nacidos en los años 60 parece inclinarse por la producción de libros más que por la literatura, por los espejismos de la fama instantánea -premios, invitaciones a congresos, traducciones a varios idiomas- más que por la lucha con ese ángel terrible que es el lenguaje".

Alguna vez Salvador Elizondo (1932), uno de los mayores representantes de la narrativa mexicana contemporánea, dijo que un autor corre grave peligro si no logra distinguir en qué momento ha dejado de ser una joven promesa para convertirse en un viejo idiota.

Aunque irónico y lapidario, el dictum tiene mucho de razón; como si se lo hubiera aplicado inconscientemente, el propio Elizondo, que escribió el grueso de su obra entre los años sesenta y principios de los ochenta, ha optado desde hace buen tiempo por un silencio autocrítico, mallarmeano, interrumpido sólo de cuando en cuando por las reediciones, por la típica -y, en su caso, necesaria- recopilación de notas periodísticas o por una antología solicitada por alguna editorial. En este silencio es posible ver, además de un proyecto de vida, una actitud saludable ante la literatura: el escritor debe aprender a callar cuando ha dicho todo lo que tenía que decir, de lo contrario su destino es el del viejo idiota o, en otras palabras, el del mero maquilador que inunda el mercado con unos productos llamados libros. ¿Y cómo saber cuándo hay que callar? La respuesta está en las otras preguntas que surgen al enfrentar la ingente cantidad de novedades que mes tras mes atiborra los escaparates de las librerías: ¿realmente valdrá la pena acercarse ya no a todas sino a alguna de esas novedades? ¿Cómo dar, en medio de tal confusión editorial acrecentada por solapas y fajillas elogiosas, con un libro aunque sea medianamente bueno? ¿Cuántos de esos títulos pasarán la prueba del tiempo, el más implacable e imparcial de los jueces?

Estas reflexiones vienen a cuento ahora que un sector de los narradores mexicanos nacidos en los años sesenta parece inclinarse por la producción de libros más que por la literatura, por los espejismos de la fama instantánea -premios, invitaciones a congresos, traducciones a varios idiomas- más que por la lucha con ese ángel terrible que es el lenguaje. Tal vez suene romántico pero lo cierto es que en aras del éxito y el marketing, términos vueltos curiosos emblemas de la época, se han pasado por alto valores literarios que antes se tomaban en cuenta; hoy importa más tener una buena presencia editorial o escénica que escribir libros novedosos y propositivos, y la prueba de que una dinámica así resulta contagiosa está en que hay autores nacidos en la década de los setenta que debutan con ínfulas de grandeza, con ganas de integrar un frente común que los "rescate" del anonimato y los ayude a ser reconocidos lo más pronto posible.

Es verdad que la figura del artista "puro", recluido en su cueva y alejado del mundanal ruido, no es la panacea -panacea para qué o contra qué, en principio-, pero también es cierto lo que ya ha señalado el narrador español Enrique Vila-Matas: "A muchos escritores les falta humildad, bajar la cabeza y ponerse a leer". Leer, cabría agregar, no como un acto de acopio informativo o de vana erudición sino como pieza central de ese incesante rompecabezas que es la literatura. En el México de hoy hay quienes se muestran profundamente preocupados por lo que hacen o dejan de hacer sus contemporáneos, por los premios y las becas a los que aplicaron y que no obtuvieron, por ser atendidos por agentes y críticos digamos influyentes, por "enterrar" a las generaciones anteriores so pretexto de una mediocridad en la que acaban hundiéndose, por ingresar -en corto- en el establishment literario, y olvidan que la escritura, al igual que la vida, está en otra parte. ¿Dónde? Pues frente a la hoja en blanco, que es donde todo empieza.

Hay que decir que, pese a las exigencias de un mercado cada vez más salvaje y obtuso, la nueva narrativa mexicana brilla con luz propia. Aunque el boom del crack, por emplear dos onomatopeyas editoriales, pareció reducir la generación de los sesenta a cinco autores -en realidad a dos: Jorge Volpi e Ignacio Padilla, que son los que han destacado a nivel internacional-, quien se asome al México literario actual se topará con un panorama múltiple, rico en estilos, temas y voces.

Varias de estas voces tienen una presencia e incluso un público -quizá selecto, pero ahí está- ganados a pulso; las antologías que han proliferado de tres años a la fecha dan fe de una diversidad que resulta estimulante para cualquier lector. Ante la disyuntiva elizondiana de ser o no ser joven promesa, la nueva narrativa mexicana ha preferido renunciar a las etiquetas y al espíritu de boy scout para deambular por caminos individuales, a veces paralelos y a veces perfectamente perpendiculares, y permitir que el tiempo -y no el marketing- decida. Al fin y al cabo el único compromiso que hay que cumplir es el adquirido justamente con la literatura, un compromiso o una promesa que no está mal renovar de cuando en cuando. Al margen de las edades, las solapas y los comentarios elogiosos.


Luego Marcos García respondió así:

Sobre el texto breve que mandó Vega se pueden decir muchas cosas. Por principio Elizondo dice eso de pasar de la "Joven promesa" al "viejo idiota". ¿Quién le diría viejo idiota a Elizondo? Yo creo que solamente los demonios que Elizondo trae en su cabeza y a los que le apostó, porque es su propia autoconciencia de la mayor exigencia lo que le puede hacer decir esas palabras tan poco gratas.

No he leído al autor de la nota que mandó Vega, pero creo que el mismo autor se contesta así mismo con honestidad cuando dice que finalmente es UNO mismo el que decide qué es lo que pasó realmente con su proyecto de vida y su proyecto de escritor. Además, es falso eso de que lo autores nacidos en los sesenta sean los únicos que hayan buscado el quehacer editorial aparte o más propiamente que a la lucha que es escribir obra literaria.

¿Ejemplos? Uno muy bueno: José Vicente Anaya nació en 47 y es editor, traductor y poeta y en los tres frentes es muy bueno, es más, una ocasión hablando con él, me dijo: "No sólo hay que ser íntegro en la obra, sino también en la vida". ¿Quién demonios puede rebatir eso?

Vicente Anaya edita la mejor (y sin discusión) revista de poesía que circula en México, que es Alforja, si no me creen, pregúntenle a David Huerta de dónde se inspiró para dirigir actualmente el periódico de poesía de la UNam y en todo: contenido, diseño, viñetas, etc.

Cuando sé que Vicente Anaya ha dicho que yo con lo que he logrado (no quiero ni presumir ni nada) pero me dice o sé que dice que yo voy "por buen camino", simplemente me siento congratulado con mi existencia porque es entonces cuando sé que a lo que le he apostado con todo y premios que tal vez no digan mucho, pero vale, y decir vale ya es decir mucho. Otro amigo y este sí de los sesentas es Germán Castro en Aguascalientes. El cabrón escaló con sólo su talento el edificio burocrático del INEGI y llegó a ser director de área (hace diez años) y ya con tres premios nacionales de literatura detrás de él. Y ahora tiene una editorial y publica a quien se le da la gana en su portal de internet www.agseso.com y a mí me dice que no le urge publicar. Pero él también me ha dicho: "Marcos, tú ya eres escritor, (silencio) me entiendes wey?"

¿Quieren saber si la obra de Germán vale? Pregúntenselo al rayo macoy Heredia o a Taibo II. Otro ejemplo: nadie sabe quién es José Reyes en la ciudad de México, él es de durango y fue premio Sor Juana 1995 y es el mejor Hermeneuta de Miguel Hernández ¿No me creen? lean sus Discusiones y disfunciones editado por Juan Pablos. Por eso digo yo que hay muchas variantes.

¿Alguien se acuerda de la legendaria estación rock 101? Pues de ahí salieron Jairo Calixto (ahora en Milenio) Iván Ríos Gascón (novelista y muy bueno) y, por supuesto, el inefable Jordi Soler, que también es un maestrazo.

¿Conoce alguien la revista Dosfilos de Zacatecas? Vega: Pregúntale a Gerardo de la Torre. Esa revista de literatura y política es más vieja que vuelta de Octavio Paz y su fundador, que es mi cuate Sampedro, tampoco le urge publicar y no nació en los sesentas. En los sesentas estaba con mis padres repartiendo volantes de la lucha estudiantil y...¿ahora quiénes publican en DOSFILOS? Pues los nacidos en los sesentas, entre otros.

Por eso digo yo que existen muchas variantes, no se es nunca solamente "joven promesa" o solamente "viejo idiota" yo no creo eso. Además, ¿qué pasa con el asunto del compromiso del escritor, algo realmente grande? Mi compromiso va por los del EZLN y no de labios para afuera: lo demostré porque me fui allá a ayudar, no a conocer al SUP. Mi compromiso va con el respeto al pobre, con la exigencia de una mejor educación en nuestro país, con la oportunidad, como dice Carlos Fuentes, de que este país que tanto queremos y tanto odiamos salga adelante y que en Latinoamérica alcance el dinero para que NINGÚN NIÑO se quede sin pizarrón y un maestro enfrente que le enseñe matemáticas. Según Fuentes, esa es la cantidad de dinero que en Europa se usa para gastar en Helados. Hay que recordar que Fuentes estudió economía.

Por eso digo yo que existen muchas variantes, en efecto, ¿cómo va a ser intelectual un poeta si no se compromete? Juntar palabras todos pueden, pero no cualquiera puede escribir un poema como "El Tajín" de Efraín Huerta ¿y por qué vale ese poema? Pues por el compromiso que existe detrás.

Por eso digo yo que hay muchas variantes, yo no soy escritor de novelas rosas. No es lo mismo la Historia para la generación de Octavio Paz que para la de Vicente Anaya, vaya, no sufrieron ni gozaron igual.
Pero cuando a mí la gente que admiro como los ya mencionados o Eduardo Casar, que es un poeta super chingón, yo no sé, pero me siento congraciado con la vida.

Además ¿A quien le da miedo o histeria ver tantas novedades en las librerías? En primer lugar, no hay tantas librerías ni tantas novedades. Creo que sólo un idiota puede sentir histeria (aunque no se menciona esa palabra en el texto, esa palabra se respira) al pensar si valdrán o no la pena: se compran dos o un libro y un cd o no se compran y ya estuvo.

Por eso digo yo que hay muchas variantes, por ejemplo, para no sentirme joven promesa ni viejo idiota, ayer me fuí al lugar que recomendó el maestro Víctor Ugalde: EL PAPA BETO jazz bistro que la neta lo super recomiendo a todos. Me puse una sabrosa borrachera con mis hermanas que salió en 600 pesos con botella cabernet y todavía ahora ando medio briago, pero esa variante no cuenta, o, mejor dicho, se volatiliza.

Memo: querías saber qué opinábamos y fue en tono provocador tu interrogante, pues bien, yo digo esto y sé que se me escapa mucho todavía, porque con mayúsculas: ¿Quién demonios sabe lo que es la Literatura Mundial? SE los dejo y me lo dejo de tarea. Pero yo sé quienes prometen y mucho: Estrella del Valle, Alberto Chimal, Heriberto Yépez y Natalia Toledo, además de muchos otros...


Y luego yo contesté esto:

Coincido casi en su totalidad con los planteamientos de Marcos, aunque sí quisiera puntualizar algunas cosas.

El asunto del "compromiso social" del escritor es algo que ya tiene sus ayeres de haberse discutido por muchos grandes escritores e intelectuales. El siglo XX estuvo plagado de este tipo de polémicas, desde el advenimiento de la Unión Soviética, la Guerra Civil española, las primeras dos guerras mundiales, la Revolución cubana, Vietnam, Nicaragua, etcétera. El neozapatismo es el más reciente eslabón de esa cadena. Y los que faltan...

Yo a lo que voy es a esto: el primer compromiso de todo aquel que se llame a sí mismo escritor es hacer una OBRA DE ARTE literaria. Ni siquiera se le exige que todo lo que escriba sea genial, pero que sí, por lo menos una de ellas, sea una OBRA DE ARTE.

Ahora, en eso hay de tamaños a tamaños: no son de la misma magnitud Muerte sin fin de José Gorostiza que los haikus de José Juan Tablada, pero ambos son OBRAS DE ARTE, sin discusión. Es la misma diferencia entre una catedral y una miniatura japonesa de porcelana. Ambas son bellas, distintas en tamaño y material, pero ambas son ARTE.

Por ello, llega un momento en la vida de todo escritor (si es honesto consigo mismo) en que se enfrenta ante la gran disyuntiva: ¿me conformo con seguir escribiendo simplemente "bien" o dedico mis esfuerzos creativos a dar el sutil pero significativo salto hacia la verdadera OBRA DE ARTE?

Escribir bien, con propiedad, buen estilo, naturalidad y coherencia, es lo menos que se le puede pedir a alguien cuya materia prima son las palabras. Pero si queremos que lo que escribimos perdure unos cuantos años más allá de nuestra muerte, tenemos que aspirar, indiscutiblemente, a la realización de LA OBRA. Y después, el diluvio.

Hay escritores que a la primera "le pegan a la piñata" y después callan para siempre, porque saben, entre otras cosas, que nunca podrán superar ese momento de sublimación. Ejemplos: Juan Rulfo y J. D. Salinger, entre otros. Esto lo documenta muy bien Enrique Vila-Matas en su altamente recomendable Bartleby y compañía (Ed. Anagrama).

Pero también hay escritores que casi cada libro que publican es una gran obra de arte. Lamentablemente ese tipo de "monstruos" cada vez son más escasos. Algunos dicen que José Saramago es de ésos, pero la neta creo que el último de esa estirpe fue Thomas Mann.

Ahora, hay escritores que publican un libro tras otro y no pasa absolutamente nada de nada. Es decir, sus libros podrán estar bien escritos, tratar temas o historias interesantes, pero, como diría Truman Capote, "son pura mecanografía". Y no se hagan, ya sé en quién están pensando...

Entonces, creo que uno de los puntos a discusión en el texto de Mauricio Montiel (que si no lo han leído y quieren meterse una buena aburrida, lléguenle a sus cuentos en La piel insomne, editorial Norma, y a su novela La penumbra inconveniente, libros que podrán estar bien escritos, pero simple y sencillamente a mí no me "prenden" como si me podrían "prender" Cortázar, Vargas Llosa, Borges o Martín Luis Guzmán, por ejemplo) es que muchos escritores en ciernes parecen estar contagiados del "síndrome Operación Triunfo": apenas dan unos berriditos y ya quieren que les aplaudan. Antes de aprender a escribir ya quieren publicar, y antes de tener La Obra ya se sienten consagrados por unos cuantos premios, becas o reconocimientos.

A mi parecer esto es resultado del perverso sistema que han implementado en México las editoriales, sobre todo multinacionales. Caso verídico: a un amigo mío (de hecho es el cuate que se atrevió a publicar mi primer librito de poemas), cuando fue a ofrecer su primera novela, en Alfaguara le dijeron: "No, mano, aquí nada más publicamos a puro escritor famoso y consagrado, y tú no eres nadie. Primero hazte famoso y luego ya te publicamos". ¿Y cómo se va a hacer famoso alguien si no lo publican? Misterio insondable.

Las editoriales ya no quieren apostar por ningún escritor novel, quieren ir a lo seguro, a la ganancia inmediata, porque antes que editores son negociantes cuya misión en la vida no es publicar libros sino hacer dinero. en tal caso, lo mismo daría que vendieran latas de conservas o llantas para automóviles.

Yo no digo que los editores se conviertan en hermanas de la caridad y que malgasten su lana (o la de sus accionistas) publicando a "promesas" que seguirán prometiendo y nunca cuajarán, pero lo cierto es que en buena parte de las editoriales la gran mayoría de las personas que actualmente son los responsables de decidir si publican o no un libro saben muy poco de literatura y mucho menos de "marketing editorial". No conocen su mercado ni a sus posibles clientes, porque lo único que les interesa es la ganancia fácil, inmediata y con el menor esfuerzo.

Lamentablemente, a las editoriales en México les pasa como a aquella historia de dos fábricas de zapatos que mandan a sus vendedores a investigar las posibilidades de expandir su mercado a África. Uno de ellos manda un telegrama: "Ni se molesten en mandar mercancía, nula posibilidad de negocio: acá no usan zapatos". Mientras que otro llama por teléfono: "Manden toda la producción, el mercado es virgen: nadie usa zapatos". Lo mismo con las editoriales: "Es que la gente no lee". Pues precisamente por eso el potencial de crecimiento del mercado editorial es inmenso. Pero nuestros empresarios editoriales todo lo quieren fácil.

En Estados Unidos, España y hasta en Argentina existen lo que se llaman "agencias literarias", cuyo trabajo es promover la obra de los autores en las editoriales a las que potencialmente les pudiera interesar y cobran un porcentaje de lo que obtengan para el escritor por hacer ese trabajo. En tanto, el escritor se dedica a lo suyo: a escribir sin distracciones. Por su parte, la editorial, una vez que tiene la obra, se dedica también a lo suyo: a promoverla, venderla y distribuirla. Es decir, cada quien hace su trabajo.

Pero en México lindo y querido el escritor que empieza tiene que hacer casi todo, además de escribir su obra: buscarle editor (si no es que él mismo se la edita); pelearse con la distribuidora o los libreros; cobrar si es que se venden los libros; organizar la presentación; andar perreando un espacio dónde hacerla; rogarle a alguna vaca sagrada para que lo apadrine y presente la obra al público; comprar el vino para que todos los gorrones vayan (vayamos, dijo el otro) a emborracharse; conseguir, de favor, entrevistas con los audaces, imaginativos y enterados periodistas culturales de nuestra heroica prensa nacional (que invariablemente, a pesar de que se los hayas mandado dos semanas antes, hacen esta pregunta: "¿Y de qué trata su libro, oiga?"); enviar libros a los suplementos y revistas esperando una reseña o un breve comentario mientras los directores o jefes de sección terminan utilizando los ejemplares para equilibrar su escritorio.

Lamentablemente, los escritores consagrados o que ya tienen algunas horas de vuelo tampoco la tienen muy fácil, pues caen en las garras de las encargadas de las "public relations" de las editoriales, que son buenísimas para conseguir el mejor precio para el vino y los canapés, pero están negadas para conseguir una buena difusión de los libros que les toca promover. Si no pagan los anuncios, las reseñas o las entrevistas, nadie se entera de que apareció un nuevo libro de, por ejemplo, Gustavo Sáinz.

Ya voy a terminar, no se le aceleren (lo que pasa es que me inspira el año nuevo).

Lo que digo es: si las editoriales no hacen su trabajo, si los medios de comunicación no promueven a los nuevos escritores, si los espacios están copados por "camarillas" y "capillitas" (ya ni digo de la política cultural del Estado al respecto, porque no existe; bueno, sí: se trata de anuncios en la tele para que los niños lean la Caperucita Roja, o para que los jóvenes lean poesía para poder ligar mejor en los antros; esas son las ideas de esa prócer de la cultura nacional que es Sari Bermúdez para hacer de México "un país de lectores"), si en este paisito en el que vivimos a muy pocos nos interesa la literatura y, por lo tanto, que se lea, entonces esos pocos que somos vamos a hacer lo que los demás no hacen o hacen mal.

Hagámoslo con imaginación, con entusiasmo, con compañerismo, con humildad, pero también con inteligencia y talento. De lo que se trata no es arrebatarles a los otros el pequeñito pedazo de pastel que ya tienen sino hacer crecer el pastel para que todos alcancemos el pedazo que nos corresponde. En otras palabras: crear nuestros propios espacios de difusión, promoción y distribución.

Se me ocurren de entrada varias cosas, tan sencillas que se pueden empezar desde ya (si ya las hacen, entonces pasemos al Plan B, que luego se los platico):

1) Seamos generosos y leamos a nuestros contemporáneos. Es increíble la cantidad de libros de nuevos escritores que se publican y que ni sus mejores amigos leen. Uno publica un cuento o un artículo o regala su libro, esperando algún comentario de sus contlapaches y sólo se encuentra con el silencio.

2) Acudan a las presentaciones de libros de sus cuates y maestros, conocidos, no conocidos y hasta de sus enemigos (aunque sea para abuchearlos). Es triste encontrarse siempre a los mismos tres gatos que siempre vamos, o encontrarse a los cuates en la cantina pero nunca en la presentación de nuestro libro. U organizarla uno mismo y estar tronándose los dedos para que no lleguen nada más cinco personas. Ya sé que las presentaciones de libros son en general muy aburridas, pero lo que importa es hacer presencia. Además, favor con favor se paga. Me consta que muchos son verdaderamente agradecidos en ese aspecto y que si uno demuestra esa solidaridad, ahí están al pie del cañón cuando uno los requiere.

Pero aún mejor: inviten a personas que generalmente no van a ese tipo de cosas. Eso es lo más importante.

3) Si alguien conocido publica un libro, pregunten por él a los encargados de las librerías, aunque no lo compren, o hablen por teléfono para lo mismo. Si ustedes son el autor, organicen a sus amigos para que lo hagan. O háganlo ustedes mismos. Si ustedes no lo hacen, nadie lo va a hacer.

4) Si publican un libro armen un buen boletín de prensa y mándenlo por Internet a las redacciones de los periódicos. Incluyan su dirección de correo electrónico y su número telefónico para que los contacten en caso de que les interese una entrevista. Sean imaginativos e inteligentes y que no les dé pena hablar bien de ustedes mismos (pero tampoco exageren ni mientan). En estos casos: a volar la modestia.

5) Envíenlo de preferencia los jueves o los viernes antes de las 3 de la tarde (las secciones culturales son las primeras en cerrar en los periódicos). De esta forma, los reporteros de la sección tienen material para el fin de semana, o para el lunes, que es cuando menos noticias hay y así podrán obtener buen despliegue.

6) Si consiguen una entrevista, hagan un guión sobre lo que les gustaría decir, memorícenlo o apréndanselo. Hay que aprovechar que a la mayoría de los reporteros les encanta la "ley del menor esfuerzo"; si el entrevistado es coherente y casi casi lleva la entrevista solo, ellos se dedican nomás a tomar notas o a grabarla.

7) Que no les dé pena hacer llegar sus libros a las personas adecuadas: a los suplementos y revistas literarias. Acompañen el libro con una carta de presentación bien escrita y soliciten que el libro sea comentado o reseñado. O mejor: vayan ustedes mismos a las redacciones y entréguenlo en propia mano. Ojo: no vayan a la hora o los días de cierre porque nadie les va a hacer caso.

(Si hasta parece que los estoy oyendo: "¿Y cuáles son los días de cierre?" Carajo: hagan un poquito de investigación y hablen por teléfono a la redacción para preguntar. Nada más tiene que descolgar, marcar y esperar a que les contesten. Saben cómo se hace ¿no?)

8) Siempre carguen con ustedes un par de ejemplares de su libro más reciente, vayan a donde vayan. Uno nunca sabe dónde se va a encontrar a un buen contacto o a una persona que pueda ser útil en el futuro.

¿Les suena todo esto muy jalado? ¿Que un escritor no tiene que andar haciendo esos desfiguros? "Pero cómo me voy a andar promoviendo, si yo soy EL ARTISTA? No puedo rebajarme a eso". Bueno, lamento informarles que si ustedes no lo hacen, NADIE, ni su mamá ni su novia ni su amante (y su editor mucho menos) lo va a hacer por ustedes.

Ya llegará un momento en que vendrán a rogarles, pero ahorita nomás no, por dos razones fundamentales: a) nadie los (nos) conoce aún, y b) todavía no escriben (escribimos, dijo el otro) la gran obra que los vaya a consagrar en el gusto de la gran familia mexicana (y si ya la escribieron, con mayor razón tienen que hacer lo que les digo).

Ese mito del escritor escondido en su buhardilla y que de repente es descubierto por un audaz editor y lanzado al estrellato nomás pasa en las películas de Hollywood (y en las malas, por cierto).

Desde luego, puedo estar equivocado (es casi seguro), pero me gustaría saber qué piensan.



martes, diciembre 30, 2003
 
La errancia no tiene fin

El querido Bernardo Ruiz me escribió esto, a propósito de JGP, a quien sí conoció en persona:

Querido Guillermo:

Ciertamente Batis estará inconsolable (o cínico). En efecto, el
fue el más interesado en hablarnos de JGP allá por el 72, a los
de mi generación en Letras. Por algún motivo que la combinación
de miopía y astigmatismo que me cargo no me deja ver, a García
Ponce lo habíamos leído mis cuates y yo en Prepa (tal vez a
instancias de M. Brehm) y nos emocionaba muchísimo.

En aquel entonces todavía se daba sus vueltas por la Fac y nos
daba algunas conferencias (incluye en ese nos al poeta MA Campos
y a Luis Chumacero, mis compañeros de andanzas desde entonces).
Y aunque ya iba en silla de ruedas, tenía un humor espléndido y
la espada de la ironía para algunos comentarios —ya ves que él
y Huberto eran como los tiburones (una vez le pegaron fuego a
Juan Vicente Melo en su depto con todo y depto, y habían
amarrado a Melo; otra, JGP dejó a Dianita Mariscal como
predecesora de una mala tarde de Julio César Chávez).

Por el 82 lo traté ya con cierta frecuencia porque con HB hacían
una colección, Las Capuchinas, cuyas pruebas me tocaba corregir
en Premiá, lo que me daba pretexto para visitarlo. Y aprender de
él.

Fue un hombre querido por sus amigos y de una erudición (de la
buena) envidiable. Ahora parece que todos esos términos dan
cierto repeluz... Lástima.

Me gustó tu comentario, es un García Ponce que comparto contigo.
Gracias por tus palabras.

Un abrazo y felicidades

Bernardo



domingo, diciembre 28, 2003
 
La errancia llegó a su fin

Apenas un par de días después de la muerte de Hugo Argüelles, también por la red primero nos enteramos del lamentable fallecimiento de otro gran escritor: Juan García Ponce.

Su muerte me afecta de otra manera, no muy diferente, a la de Argüelles, a quien llegué a conocer en persona. A García Ponce sólo lo conocí por sus libros y por lo que nos llegó a contar Huberto Batis, que era uno de sus mejores amigos.

A JGP lo conocí a instancias de una maestra de la UNAM, Guadalupe Polo, quien impartía la materia de entrevista, pero que aparte nos encargaba reseñas de diversos libros. Entre otros (como Delta de Venus, de Anaïs Nin), la maestra me prestó De ánima, y de ahí no dejé de leer a JGP. Puedo jactarme de haberlo leído y releído casi completo (me faltará un par de crítica de artes plásticas que no he podido conseguir), y eso no es una cuestión menor: su bibliografía suma más de 50 libros, entre novela, ensayo, cuento, memorias, teatro, etcétera.

Pero eso no era lo más importante, sino que a través de sus libros se abrieron para mí infinidad de caminos para conocer a infinidad de escritores a los que García ponce amaba y admiraba: desde Robert Musil y Thomas Mann hasta Henry Miller y Vladimir Nabokov, Heimito von Doderer y Pierre Klossowski.

Mi admiración por su obra me llevó, en mi inconciencia, a organizar un curso sobre su obra, que llamé "El lenguaje de lo imposible" y que impartí en la UVM hace un par de años. Como era previsible, la asistencia fue poca, pero sustanciosa. Ahí me di cuenta de que me faltaba muchísimo para tratar de abarcar el universo literario de García Ponce. El curso fue apenas un atisbo, una introducción, que, sin embargo, me dejó muy satisfecho.

La segunda reseña que me publicaron en La Jornada Semanal fue precisamente de un libro de él. Recuerdo que el lunes siguiente Hugo Gutiérrez Vega me comentó que "Juan le había hablado para agradecer la nota" (bueno, es un decir: sabemos que quien le ayudaba a comunicarse era su fiel asistente María Luisa Herrera). Sentí un gran gusto saber que la había leído y que le pareció bien, y ahora me da más gusto saber que él supo, aunque fuera de esa forma, de mi admiración por su obra.

Como se sabe, JGP padeció, desde 1968, esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa del sistema nervioso que, para decirlo en palabras de Elena Poniatwska, es como si se te fuera pelando el recubrimiento de los nervios y éstos hicieran corto circuito, dejándote sin capacidad para mover el cuerpo. El doctor que se lo diagnosticó le dijo que a duras penas aguantaría un año, pero llegó a vivir 35 años más, es decir, casi la edad que yo tengo ahora. ¿Qué fue lo que lo hizo seguir viviendo? Poniatowska dice que la curiosidad. Y yo digo que la literatura. Él decía que mientras le funcionara la mente y tuviera alguna forma de comunicación, lo demás no importaba.

El de JGP es un caso límite en la vida de cualquier persona, pero no deja de ser ejemplar, sobre todo para los que nos autonombramos escritores. ¿Cuántos de los que se llaman a sí mismos escritores no desperdician su talento en tonterías, en discusiones bizantinas, en tratar de demostrar que saben mucho (y que los demás somos una bola de imbéciles) y que son la neta del planeta (cuando en realidad no han escrito todavía nada que valga la pena), mientras que para otros la literatura es lo único que le proporciona sentido a su existencia?

Sí, ya sé: habrá por ahí algún pendejo que sostiene que "la literatura no lo es todo en la vida". Quizá piensa eso porque no tiene el suficiente talento ni el suficiente valor para dedicarle su vida a algo tan "intangible" como la literatura. Pues sí, hay personas que tienen el talento y las agallas para dedicarle su vida a la literatura, porque es lo único que les da un sentido a su existencia. Y para aquellos que se llaman escritores, la literatura debería ser su único objetivo, si es que quieren llegar a producir una obra (La Obra, con mayúscula, como dice Cyril Connolly), que trascienda unos pocos años a su propia muerte.

En un somero balance, una obra tan vasta como la de JGP puede llegar a parecer desigual, pero yo me quedo con buena parte de sus novelas, algunos cuentos y la gran mayoría de sus ensayos. Pero, sobre todo, me quedo con su ejemplo y su gran curiosidad literaria y su enorme generosidad para compartir con los demás su amor por la obra y la vida de los autores que más admiraba.

Como siempre, la mejor forma de rendir homenaje a la obra de un escritor es leyéndolo.

Descanse en paz, Juan García Ponce.



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